Guía ASILORZA: buenas prácticas un monitoreo participativo efectivo

11 Abr 2025

Buenas prácticas que generan confianza desde el territorio

En ASILORZA, sabemos que un monitoreo ambiental no termina con la recolección de muestras o el análisis de laboratorio. Para que los resultados sean legítimos, sostenibles y generen impacto real, es clave que la comunidad comprenda, participe y valide el proceso.

Por eso, aplicamos un enfoque de monitoreo participativo en todos los proyectos donde el entorno social es parte del territorio evaluado. A través de esta guía, compartimos algunas de nuestras buenas prácticas en campo que han demostrado generar confianza y facilitar el desarrollo de proyectos ambientales con alto estándar técnico y social.


1. Involucramos desde el inicio

Antes de empezar cualquier monitoreo, convocamos a los actores locales para informar sobre el objetivo, alcance y metodología del trabajo que se realizará. Escuchamos sus inquietudes, incorporamos sus aportes y generamos un primer punto de diálogo.

Esta etapa es clave para reducir tensiones, aclarar expectativas y reforzar la transparencia del proceso.


2. Hacemos la información comprensible

Luego de analizar técnicamente cada proyecto, en ASILORZA desarrollamos herramientas simples que ayudan a la comunidad a entender qué se está evaluando. Usamos mapas, gráficos, esquemas y ejemplos aplicados al contexto local.

Traducimos los datos técnicos a un lenguaje claro, sin perder rigurosidad, para que la información sea accesible y útil.


3. Capacitamos antes de cada actividad

Antes de cada jornada de monitoreo, brindamos sesiones informativas breves donde explicamos qué se va a hacer, con qué instrumentos y qué se busca evaluar. Esto permite que la comunidad no solo observe, sino que participe con criterio y claridad.

Una comunidad informada participa mejor y se convierte en aliada del proceso.


4. Registramos y validamos con la comunidad

Durante el monitoreo, promovemos la participación activa en la toma de muestras, la verificación del procedimiento y el registro del proceso. Se levantan actas, se documenta con evidencia fotográfica y se valida cada paso con los representantes locales.

Esto refuerza la legitimidad del proceso y genera corresponsabilidad.


5. Cerramos el ciclo comunicando resultados

Una vez procesada la información, regresamos al territorio para compartir los resultados de forma clara. Explicamos qué significan los datos, qué acciones se derivan de ellos y cómo impactan en el entorno local.

Este cierre reafirma el compromiso, responde a las expectativas y fortalece la relación entre empresa y comunidad.


Nuestra experiencia

En ASILORZA, creemos que la participación comunitaria no es solo una buena práctica, es una condición para el éxito ambiental. Hemos aplicado este enfoque en diversos sectores, obteniendo resultados positivos tanto para nuestros clientes como para las comunidades involucradas.

Por eso, cada monitoreo participativo que realizamos es una oportunidad para construir confianza, compartir conocimiento y avanzar hacia un desarrollo sostenible.


¿Estás integrando a las comunidades en tus procesos de evaluación ambiental?

Conoce más sobre nuestras experiencias y revisa nuestras convocatorias activas en:
👉 www.asilorza.com

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